EXCELENCIA GASTRONÓMICA VERSUS TRATO EXQUISITO
En mi periplo con mi familia por tierras manchegas seguimos las recomendaciones ofrecidas por el recepcionista del hotel que nos aconsejó, empeñando en ello su palabra, un restaurante que nos enamoraría. Con semejantes referencias no pudimos resistirnos a conocerlo. Sin lugar a dudas, la ensalada con productos de la tierra, el famoso duelos y quebrantos, el revuelto de matanza así como otras especialidades que probamos nos convencieron de lo acertado de nuestra elección. Para algo nos habían enviado al mejor restaurante de la localidad…
Una vez que accedimos al restaurante, nos recibió uno de los camareros que atendían la sala. Nos dirigió a una zona, ofreciéndonos la posibilidad de elegir entre dos mesas (el conjunto lo integraban unas veinte). Consultó la bebida que íbamos a tomar. Preguntado sobre cuál de los caldos manchegos recomendados debíamos seleccionar, y dado que desconocía que respuesta ofrecer, no se le ocurrió mejor opción que traernos las botellas para que eligiésemos la que más nos gustara, insistiendo en que eran de la zona. La etiqueta, el color del vidrio, el nombre del caldo… imagino que serían los factores que deberíamos tener en cuenta. He de reconocer que acertamos.
Cuando estuvo servido el vino, nos preguntó si nos apetecía un canapé de anchoas o paté; probamos ambas especialidades, las anchoas estaban exquisitas. Me gustó la propuesta de tomar un pequeño entrante mientras se preparaban los platos. Qué gusto que cuiden todos los detalles, pensé, hasta que comprobé que “el detalle” se incluía en la factura. Me disgustó que se ofreciera como un obsequio de la casa y luego lo cobrasen… a precio de oro.
La carta incluía una sección con platos específicos de La Mancha. Al desconocer sus ingredientes, proceso de elaboración o resultado final del plato, decidimos consultarle tres o cuatro en concreto. Ofreció una explicación demasiado genérica (platos típicos de la zona…) por lo que insistimos en que nos aclarara un poco más “en qué consistía cada uno”. Su reacción, acertada por otra parte, fue excusarse y remitirnos al maître, o dueña del local en este caso, que dominaba todo lo relativo a las distintas ofertas que incluía la carta. ¿No debería ser ésta un requisito para cualquier profesional de hostelería?
La solícita mujer, pda en mano, respondió pacientemente a todas las preguntas que le planteábamos (además de imaginarse que éramos turistas, mi acento gallego eliminó cualquier duda). Nos dejamos aconsejar y, de nuevo, la elección fue todo un acierto, y un descubrimiento la excepcional cocina manchega. Cada poco, en su papel de encargada del local, se paseaba por las mesas preguntando si todo estaba bien o si los platos que degustábamos eran de nuestro gusto. Acertada en su papel de anfitriona del local. Hasta el punto de ofrecerse a eliminar el ingrediente alcohólico de uno de los postres que se les antojó a mis hijas: sorbete de limón al cava.
Tras solicitar y abonar la (abultada) factura, le pregunté si podía facilitarme una tarjeta del local. Su reacción fue indicarme que en la pequeña mesa situada a la salida del restaurante, por la puerta que tiene acceso directo a la calle, las encontraría. No se si se percató de mi cara de sorpresa o si se dio cuenta de la inadecuada respuesta ya que, en cuestión de segundos, se ofreció ella misma a traerme una. Ofrecimiento que rechacé, “cogeré una a la salida, gracias”, fue mi escueta respuesta, me faltó decir… “no se moleste”. Tampoco me molesté yo en agenciarme un recuerdo del establecimiento.
Abogo por la profesionalidad del sector de hostelería, un sector representativo en nuestro país, que nos proporciona grandes alegrías además de importantes ingresos. ¿Tan difícil es comprender que la calidad del servicio ofrecido es tanto o más importante que el producto que se ofrece? ¿Qué un restaurante debe distinguirse por la atención y el exquisito trato que ofrece a sus clientes no únicamente por el precio de los platos que integran la carta?
http://www.revistaprotocolo.es/protocolo-social/la-mesa/3457-excelencia-gastronomica-versus-trato-exquisito.html