«LO MISMO…»
Con el total respeto y admiración que me merece el deseo de velar a un ser querido, permítanme que les cuente una anécdota que me relataron sucedida con la esposa de un finado en el transcurso de un velatorio.
Antes de comentarles la escena es necesario que les cuente una costumbre extendida en la zona sur de nuestro país. A la hora de ofrecer un pésame, la primera persona que se acerca a los familiares directos del finado ofrece su participación en el pesar ajeno y el resto de los componentes de la fila que quieren expresar sus condolencias pronuncian un curioso “lo mismo”. Entiendan que defina tal expresión como curiosa ya que en el contexto citado no se me ocurriría jamás pronunciar esas dos palabras, símbolo de comodidad y falta de creatividad a la hora de manifestar un sentimiento o una emoción.
La protagonista de la secuencia que me arrancó una buena carcajada es una señora de avanzada edad que llevaba una peluca en forma de moño. Una larga cola esperaba para expresarle sus condolencias. La primera persona que se le acercó le dijo muy bajito al oído: “tiene el moño torcido” lo que provocó que la buena mujer se llevara instintivamente las manos a la cabeza y ladeara su rodete. El segundo en ofrecer su pesar la rodeó con un abrazo a la vez que le decía: “lo mismo”. La viuda volvió a echarse las manos a la cabeza para colocar su peinado. La misma secuencia se repitió con el tercero, cuarto y demás asistentes que conformaban la fila en ese momento.
¿Han visualizado la escena? Comprenderán el rato simpático que pasé aún cuando la situación en la que se ambienta es seria y emotiva. Lo que me lleva a defender, una vez más, el uso correcto de nuestra maravillosa lengua y el valioso significado de nuestros gestos.
¿De verdad es tan difícil expresar un sentido “lo siento” ante una persona querida que ha perdido a un familiar? Son igualmente dos palabras pero con un gran componente afectivo, llenas de significado, portadoras de cariño y apoyo.
¿Supone un esfuerzo considerable pronunciar las repetidas “mi más sentido pésame”, “le acompaño en el sentimiento”, “el Señor lo tenga en su gloria”, “le acompaño en su dolor”, “siento la pérdida de” o expresiones similares cuando no se nos ocurre otra forma de expresar cómo nos sentimos?
Ofrecer un pésame es un acto personal, manifestación de afecto y devoción, con el que queremos expresar nuestra pena por la ausencia de la persona fallecida o nuestra aflicción por el dolor que sienten sus parientes y amigos. No nos conformemos con asistir al tanatorio, formar una hilera en torno a los familiares directos del difunto y pronunciar un vacío “lo mismo” u otras expresiones carentes de todo sentimiento. Asistamos con la firme intención de ofrecer un poco de calor humano que dulcifique el pesar que asola a los allí presentes. Demos un gran abrazo de cariño y consuelo y, si no se les ocurre qué decir… callen. Sus gestos hablarán por usted.