A VUELTAS CON LA PRINCESA LETIZIA
Como experta en protocolo que ama su profesión, no puedo dejar de preocuparme por articulillos que circulan por la nube criticando, sin argumentos que lo sustenten, al personaje de moda. En esta ocasión, como en muchas otras, le ha tocado el turno a la princesa Letizia con motivo del traje que vistió en la recepción que la Familia Real ofreció al Santo Padre en el palacio de la Zarzuela durante su estancia en nuestro país coincidiendo con la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud.
La autora del texto, indudablemente una desconocedora del protocolo social del siglo XXI, se permite criticar a la Princesa de Asturias por vestir una falda dos o tres centímetros por encima de la rodilla y traje de color blanco (realmente era de un tono arena). Afirma, sin el mínimo atisbo de duda, que “siempre tiene que dar la nota mostrando rebeldía contra su propia entidad, la monarquía”. La susodicha se siente aliviada al reconocer en la Princesa ausencia de escote y peinado y maquillaje austeros. Celebro su tranquilidad.
Finaliza sus letras sentenciando que “los arcaicos protocolos y más con el Papa deberían empezar a cambiar. ¿O acaso es Letizia una pecadora por enseñar sus rodillas?… Obviamente, no. Aunque, mientras exista el protocolo debería cumplirlo porque es su trabajo”.
Me pregunto, señorita que se apoda con el estrafalario sobrenombre de Miss Catwalk, ¿con qué autoridad llama a Doña Letizia con el calificativo de Leti? Entiendo ese apodo únicamente en un contexto totalmente privado y efectuado por una persona de su entorno más íntimo y admitido por la receptora del apelativo. Está tratando con elevada irreverencia a la futura Reina de España, con independencia de que este suceso sea de su agrado o de sus preferencias monárquicas o republicanas. Cuide, por favor, el tratamiento que ofrece a los protagonistas de sus noticias. Todas las personas merecemos un respeto, con independencia de nuestra condición social, profesional o económica, que usted no ha demostrado ensayar.
Además, está efectuando una crítica módica, dando por hecho (he de aclararle que de forma errónea) que conoce y aplica la vestimenta requerida en este tipo de eventos a la vez que informa a los lectores de sus textos, de nuevo erróneamente, sobre la correcta indumentaria a seguir. Como experta en protocolo y oratoria, redactora de artículos de opinión y autora de varios libros, y practicante del consejo que me permito ofrecerle: por favor, documéntese concienzudamente sobre el tema a tratar en su blog. A muchos se nos eriza el vello leyendo y escuchando comentarios indolentes. Dejémonos de juicios gratuitos y dediquémonos a valorar el trabajo desarrollado por las personas a las que dedicamos nuestros escritos amén de otros aspectos de interés.
En el caso concreto que cita, la recepción no es un acto religioso ni tiene lugar en sede papal, por lo que no debe vestir nuestra protagonista una falda que sobrepase la rodilla o un tono oscuro en sus prendas. La Princesa tiene un estilo propio que defiende y con el que se siente cómoda y, siempre y cuando se adecúe a la vestimenta requerida como en la situación que comenta, va estupenda. No se preocupó de vestir un look favorecedor sino acorde con la ocasión: elegante, sencillo y discreto.
He de decir en su favor, Miss Catwalk, que aun desconociendo su formación o profesión, comparto su perplejidad ante la campaña iniciada por una web de moda en la que defienden que niñas de 10 años posen con camisetas que anuncien: “¡Nada sabe tan bien como sentirse delgada!”. Toda una afrenta a la lucha contra la anorexia (afortunadamente, los productos han sido retirados del mercado de manera inmediata).
Un apreciado colega la definió como: “Otra joya de las letras”. Estamos rodeados de bisutería que hace alarde de pieza de alta joyería sin la cualificación, el conocimiento, la capacidad y la elegancia necesarios para representar tan excepcional cualidad.