PROTOCOLO SOCIAL, UN NUEVO RECLAMO
Hace poco más de mes y medio relataba las diferentes aplicaciones que había encontrado para la especialidad que adoro, Protocolo Social, en distintos medios y artículos. La impresionante carta de presentación de una cortesana, “dama educada, llena de glamour”, poseedora de amplios conocimientos de la referida especialidad y un trato exquisito. Otra diligencia le otorgaba la condición de vínculo marital, y duradero, que te une a la persona amada. En su momento comenté el asombro que me produjeron semejantes utilidades.
A vueltas de nuevo con recientes alertas de google, me llegan nuevos usos para la materia objeto de análisis. Un portal dedicado a la tecnología e internet, en una editorial en la que define el perfil del community manager, que no sale muy bien parado por cierto, el autor del texto defiende la figura del relaciones públicas (al que confiaría ciegamente la promoción de su empresa), como un avezado conocedor de la forma adecuada de amigos y caer bien, gracias a la lectura de libros de Protocolo social, y un auténtico portador de experiencia social.
Me paro a pensar en los buenos amigos que me rodean desde antes de convertirme en una entusiasta conocedora y practicante de Protocolo social. Si bien desde que me dedico a esta profesión esta lista se ha incrementado con apreciados colegas. Es cierto que desde pequeña he recibido de forma teórica y práctica lecciones de urbanidad y saber estar en mi hogar pero, a la vista de la lectura de este escrito, no encuentro explicación al hecho de que poseo estimadas amistades desde hace años. Lo que se aprende con estas reflexiones…
Un interesante y esperanzador artículo en el que se narran las peripecias de cuatro payasos españoles por tierras palestinas, miembros de la ONG Payasos Sin Fronteras, centra mi atención. En este caso concreto, en Jericó y ante un auditorio muy especial y agradecido, niñas y niños de entre seis y diez años con distintas deficiencias físicas o mentales.
En el escrito se incluye la entrevista a una cómica, coprotagonista de la emotiva experiencia. Narra las diferencias reacciones que demuestran los chavales ante “un surrealista partido de tenis, trucos malabares y disparates” con el noble objetivo de hacer olvidar, aunque sólo sea por espacio de unos mágicos e inigualables minutos, los problemas que inundan sus vidas. La citada clon no duda en afirmar admirada que “los niños se han saltado a la torera el protocolo social que he visto en otras ciudades palestinas en el que las niñas guardan las distancias y evitan el contacto… aquí de repente te dan unos abrazos increíbles”.
No tengo la menor duda de que la graciosa heroína se ha confundido al denominar Protocolo social al efusivo comportamiento de los agradecidos niños y olvidar que éste se haya sujeto a las tradiciones, costumbres y creencias pero la inestimable labor que está realizando lo disculpa.
Desde aquí, mi sincero aplauso por esa encomiable intención de hacer sonreír a una persona, con independencia de su edad, sexo, raza, religión o lugar del planeta donde se encuentre.