LOS PROTAGONISTAS DE NUESTRA CHARLA
Cada vez que buscamos recomendaciones en la web sobre cómo elaborar un discurso nos encontramos con consejos del tipo “elige un tema, define tu objetivo, reúne información, organiza el material, ordena tus ideas lógicamente, ponle un título interesante, prepara la introducción y/o la conclusión, ensáyalo hasta el agotamiento…”.
Todos estos tips son indudablemente ciertos pero reflejan características básicas, genéricas, que tienen que presidir una disertación. Disertación que debemos singularizar, hacerla propia y única. Una máxima en la que creo firmemente, y ofrezco en todos mis cursos y charlas, rige todas mis exposiciones: habla de lo que sepas y hasta donde sepas.
Podemos hablar de la importancia de la escucha, de las claves para ser un buen orador, de las funciones principales del discurso, de las distintas maneras de realizar la exposición, del vocabulario utilizado, del lenguaje de los gestos, de la indumentaria adecuada, de la ambientación de la sala y un largo etcétera. Todos estos temas los iremos tratando en próximas entradas. Hoy quiero centrarme en dos protagonistas indiscutibles de nuestra charla, al menos debieran serlo. Hablo, como no podía ser de otra manera, del noble entusiasmo y de la maravillosa sonrisa.
Decía Quintiliano que “el ánimo hace al orador”. Poner pasión en nuestra comunicación, integrar nuestras emociones en el discurso, y compartir de forma entusiasta los conocimientos poseídos, aportan fuerza, dinamismo y credibilidad nuestra intervención. Cree en lo que dices y los demás creerán en ti. Sé un apasionado de tus convicciones.
El lenguaje de la sonrisa es inimitable y su mensaje irrefutable. La sonrisa ofrece confianza y aceptación; potencia la fiabilidad y credulidad que emitimos; capta, y mantiene, la atención del público; te convierte un experto en el arte de la persuasión; facilita la comunicación con cualquier oyente del mundo al practicar un lenguaje universal; te presenta como una persona empática y, entre muchas otras virtudes, te ayuda a controlar el miedo escénico.
¡Entusiásmate para entusiasmarlos!
¡Sonríe para que te sonrían¡