Las lágrimas hablan
Con frecuencia tendemos a pensar que las lágrimas que asoman a nuestros ojos lo hacen por motivos dolorosos y muchas veces efectivamente así es: el enfado con un ser querido, la enfermedad de un amigo, la frustración por un objetivo no conseguido, la profunda decepción que te produce la persona amada (o la deseada), el engaño, la desilusión, la mentira, la frustración, el miedo, la injusticia, la intolerancia, la informalidad, la ausencia de caridad, respeto o detalles, atraen esas pequeñas chispas saladas que enjugan nuestro rostro y nos sumergen en una desesperación afortunadamente pasajera.
En ocasiones, la tristeza, la inquietud, el nerviosismo, la incertidumbre, el estrés o la desazón provocan una visión negativa y adulterada de las situaciones que vivimos o bien, siendo duras, nos imposibilitan ver el camino o la solución. El tiempo, que avanza inexorablemente y es nuestra única propiedad, y un análisis minucioso de la experiencia vivida ayudan a recuperar la sonrisa.
En muchas otras situaciones, las lágrimas nos acompañan como reflejo de la emoción maravillosa e intensa que experimentamos provocada por alegrías protagonizadas por distintas razones: la consecución de objetivos, la reconciliación con un ser querido, el reconocimiento a un esfuerzo, la constatación de una fortaleza (que desconocíamos poseer), la satisfacción de la labor realizada, el restablecimiento de una dolencia, la superación de un difícil período, el amor correspondido…
Sea cual fuere la causa, las lágrimas actúan como bálsamo de desahogo, de alivio, de regocijo, de aflicción, de agrado, de placer…
A los pocos días de escribir este post, descubro un artículo, basado en un proyecto fotográfico denominado “La tipografía de las lágrimas”, que habla de los sollozos y de las diferentes formas que adopta en función de la emoción que expresen. Interesante, sin duda.
Las lágrimas hablan!! 🙂