«GRACIAS POR SU COMPORTAMIENTO»
Hace unos días asistí al funeral por la madre de un amigo de la familia. Acompañar a la gente querida en situaciones tan amargas es un gesto que reconforta a los apenados familiares y te hace sentir bien por la posibilidad que te brinda de manifestar tu apoyo y dar un poco de calor en un momento tan delicado.
El sacerdote que ofició la ceremonia dio las gracias en nombre de la familia y en el suyo propio, minutos antes de finalizar la misma, “por la presencia de tantos familiares, amigos y conocidos presentes en la capilla”; por el comportamiento mostrado durante el oficio religioso: “se han portado ustedes muy bien durante la liturgia”, dijo; y, “principalmente, por las oraciones elevadas a favor de la finada”.
Me parece realmente digno de alabanza que el párroco agradezca la presencia de tantas personas en el último adiós a una mujer maravillosa. Entiendo y comparto que su agradecimiento fundamental haga referencia a las plegarias que se dedicarán a la difunta pero… ¿gracias por su comportamiento durante la misa?
¿De verdad debe agradecer que los asistentes nos comportemos de forma respetuosa en un lugar sagrado?
¿Merece reconocimiento guardar la compostura en un lugar donde el recogimiento, las preces y el silencio deben presidir nuestro proceder?
Sinceramente padre, las personas que acompañamos a parejas, progenitores, hermanos, hijos, nietos, tíos, sobrinos, amigos, compañeros, vecinos o conocidos en un trance tan doloroso y difícil como es el de despedir a un ser querido vamos con la sincera intención de apoyar a los parientes, manifestar nuestras condolencias y ofrecer cualquier tipo de ayuda que podamos brindar.
Alabo su gesto de gratitud, sentimiento y emoción que firmemente defiendo, pero permítame recordar que nuestra actitud en la expresión de un pésame, el comportamiento que manifestemos en el espacio de tiempo que dediquemos a los dolientes, la indumentaria que vistamos o las conversaciones que mantengamos deben enmarcarse en el respeto, la prudencia, la amabilidad y la discreción. El silencio cobra aquí un especial sentido y protagonismo.
Si alguno de ustedes no está dispuesto a respetar estas premisas básicas, simplemente, no asistan pero no esperen que les agradezcan el proceder adecuado en este tipo de encuentros. Es su último regalo a la persona fallecida.
Siento su pérdida!