Cumplir los tiempos…
Los programas están para cumplirlos (salvo causas ajenas a la organización o de fuerza mayor) y los tiempos para respetarlos…
Los días 9 y 10 de abril tuvieron lugar las III Jornadas de Comunicación Institucional e Imagen Pública en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad de Vigo. El organizador de las mismas, y director de mi tesis doctoral, conocedor de mi entusiasta defensa de los horarios asignados en las programaciones, me asignó la secretaría técnica.
Secretaría técnica con las funciones de control de tiempos de las exposiciones, presentación de oradores y asignación de tareas de los asistentes, decididos estudiantes de comunicación ansiosos por colaborar en un Congreso con una trayectoria y calidad reconocidas internacionalmente.
En varias ocasiones he expuesto mi argumento en favor del cumplimiento de los horarios establecidos en los programas. Varios motivos justifican mi tesis: el respeto al auditorio, que conoce el inicio y final de las sesiones y decide que conferencias escuchar, y el respeto a los conferenciantes, que han preparado y ajustado sus exposiciones a unos tiempos previamente pactados.
La puesta en práctica de unos procedimientos precisos y efectivos, a la par que delicados y corteses, que permitieran ajustarnos al programa sin desviaciones apreciables, fue mi mayor preocupación.
El recurso a tarjetas blancas que portaban en un difuminado tono negro un 5 o un 1, previo aviso a todos y cada uno de los oradores de que una azafata les mostraría el tiempo disponible para su tranquilidad y ajuste a la oferta horaria realizada, fue una de las técnicas a las que recurrí para cumplir con lo que consideraba la función más difícil de alcanzar…
Situarme estratégicamente frente a los ponentes y dirigirles una significativa mirada de “hay que ir acabando” así como utilizar las siempre expresivas manos que mostraban, solo a los ojos de los interesados, los minutos restantes o dedos índices que giraban sobre si mismos en un inconfundible: “agiliza, vas mal de tiempo”, fueron otras.
Si mi posición estaba en la presidencia, junto al conferenciante presentado, mis opciones fueron rozar ligeramente el antebrazo de mi acompañante, si estaba próximo, o sacar el reloj y situarlo al lado de sus notas, para hacerle llegar el mensaje de la próxima finalización de su intervención.
Han sido dos días maravillosos e intensos caracterizados por la buena compañía y la enorme transmisión de conocimientos que se produjo… respetando los tiempos. 😉