La mentira como forma de vida
Me entristece la publicación de un libro* en el que se justifica la confesión de artimañas, fáciles y poco conocidas, a poner en práctica “en la recepción” de los establecimientos hoteleros debido al hecho de que al autor «ya no le importa nada”.
El autor de semejantes indicaciones, que llegó al puesto de recepcionista tras haber ejercido como aparcacoches o supervisor de limpieza, enumera una serie de falacias que sus compañeros emiten a diario: “quisiera ofrecerle mis más sinceras disculpas”, “es un placer”, “aprecio tus críticas” o “espero verle de nuevo”… Lamento comprobar que la gratitud y solidaridad con sus colegas son inexistentes.
Considero totalmente cuestionable desde un punto de vista ético las argucias que ofrece esta persona para no abonar servicios claramente publicitados como “de pago”: películas, bebidas del minibar o anulación tardía de reservas, en las que la mentira es el único recurso al que agarrarse, por no hablar de los métodos ofrecidos carentes de toda justificación.
Nuevamente recurre al embuste y al cinismo como excusas para lograr una habitación buena, amén de dejar una buena propina que te garantiza una “especial consideración”. Asegura que encontrar la forma creativa de dar pena garantiza un cuarto fantástico y cita como mejores subterfugios esbozar la tristeza que nos ha supuesto la pérdida de un ser querido o el sufrimiento provocado por una separación traumática, con independencia de su certeza.
Comparto con el autor sus recomendaciones acerca de tratar con respeto no solo al recepcionista sino a todos las personas con las que entablemos cualquier tipo de relación, jamás proferir amenazas y mantener el móvil guardado mientras nos están atendiendo. Pero estoy en total desacuerdo con su advertencias: “no llames a los empleados por el nombre que aparece en sus tarjetas”, al parecer indica subordinación y el que lo pronuncia manifiesta superioridad… Nada habla del tono, el tratamiento ni por supuesto la cercanía e interés que revela pronunciar la palabra que más le gusta escuchar a cualquier persona.
¿Dónde quedan la honestidad, la discreción, el sentido del deber, la actitud de servicio, la confidencialidad… su código deontológico?
El texto no tiene desperdicio…
*Omito el título y el nombre del autor de forma consciente