AGUANTAR LA PRESIÓN
Los avatares de la vida exigen, además de un enorme esfuerzo físico para aguantar el frenético ritmo diario, una adecuada gestión emocional para convertir en aliadas las situaciones de estrés a las que estamos sometidos.
La reacción adecuada del organismo ante cambios producidos en el entorno incidirá en la actitud con que afrontaremos el miedo que sentimos. Miedo que nos concentraremos en controlar, no eliminar…
Proveernos de calor humano. Una llamada, un encuentro, una comunicación con una persona querida que nos ofrezca esa palabra amable que necesitamos escuchar ayuda a recuperar la confianza y seguridad en uno mismo, debilitadas por los problemas.
Concentrarnos en la respiración, tratando de que sea rítmica, profunda y consciente, ayuda en gran medida a mantener el control sobre la experiencia que estamos viviendo.
Practicar la empatía, ponerse en el lugar del otro, empleando la combinación ideal de mente y corazón, y analizando lo más objetivamente posible los condicionantes que nos rodean.
Alcanzar metas, por pequeñas que sean, despiertan el potencial “dormido”, fomenta la concentración y estimula la creatividad.
Comer de forma rica y saludable aportará energías que ayudarán a mantener “la calma” y nos hará sentir mejor al alejar los remordimientos por la “basura” ingerida.
Caminar, correr o dedicar unos minutos a una actividad deportiva que nos satisfaga y distraiga aumenta la autoestima, genera motivación y aporta tolerancia a la frustración.
Reírse a pierna suelta, de forma sostenida, es una forma eficaz de liberar emociones y un potente analgésico que fomenta el optimismo, amén de muchos otros efectos positivos.
Por último, pero no por ello menos importante, no flagelarse. Ser indulgentes con los errores que cometemos y aprender de los mismos. No podemos olvidar que somos personas y, como tales, seres imperfectos.
“Si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse. Si no tiene solución, preocuparse no sirve de nada” (Proverbio chino) ;-).