Humildad y gratitud
“La grandeza de un líder se expresa en la humildad de expresión. Es donde realmente penetra su carisma”.
Hoy he escuchado una breve secuencia de una charla magistral de Miguel Ángel Cornejo en la que hacía un alegato a favor de la gratitud y la humildad.
El diccionario de la RAE define gratitud como “sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera” y humildad, en su primera acepción, como “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”. Permítanme los académicos de la lengua mostrar mi disconformidad con esta última definición así como realizar una puntualización sobre la primera.
La gratitud es un sentimiento que nos mueve, nos incita, nos anima, nos dirige, nos mueve -no necesariamente obliga- a actuar de forma amable, agradecida y feliz por todo lo que nos rodea: una puesta de sol, una sonrisa, la confianza que nos dedican, un gesto solícito, una mano bondadosa…
La humildad es una forma de ser, estar y hacer. La humildad es fortaleza, es honestidad, es tolerancia, es paciencia, es armonía, es conocimiento. Es distinción.
A veces me pregunto si son dos términos en vías de extinción, aunque me niego a creerlo y, por qué no, a permitirlo. Por pequeña que sea mi aportación, por minúscula que resulte, por mínima que parezca, todo suma.
Hace unos días colgué en una de mis redes sociales una ilustración que plasmaba las características que definen a las personas que suman y a las que restan.
Las personas que suman sonríen, son bondadosas, serviciales, positivas y entusiastas.
Los sujetos que restan son quejicas, cascarrabias, egoístas y criticones.
Practica la humildad y la gratitud, y recuerda siempre que tú creas el mejor camino.
“Nunca pares, nunca te conformes, hasta que lo bueno sea mejor y lo mejor excelente” :-))