ME PRESENTO
Es frecuente iniciar los cursos de Oratoria pidiéndoles a los participantes que se presenten con el objeto de conocerles un poco mejor, y ofrecer ejemplos que se adapten a sus circunstancia personales y profesionales.
Reducir al mínimo el tiempo presentación o facilitar pocos datos, preferentemente sentados para pasar más desapercibidos, es la práctica habitual de la mayor parte de los presentes.
Desconocen los entusiastas alumnos que la palabra que más gusta escuchar a cualquier persona es su nombre, y que el hecho de facilitar referencias personales, además de aplicarlo a la exposición, facilita las conversaciones que se mantendrán en los descansos, encuentros posteriores, etc.
Las referencias comentadas en una autopresentación dependen, fundamentalmente, del contexto en el que se inserta y del papel que se desempeña.
Expresar el nombre, cómo le gusta ser conocido –incluso el mote por el que se reconoce-; el lugar de origen o residencia –Mar Castro, de Lugo, es mi carta de presentación-; la formación académica, si es oportuno; la condición de madre, padre, hijo, etc, si es revelante; dedicación profesional, que puede incluir la evolución experimentada; una afición singular; y, un sueño o deseo, relacionado con la actividad que se realiza, es la información que suele ofrecerse.
Los niños realizan presentaciones en las que su nombre, edad, localidad de residencia, colegio al que asisten y aficiones –con el fútbol a la cabeza- son determinantes. Me llama la atención que el chaval que toma la iniciativa y empieza el turno de palabra es el que marca la dirección de la información a facilitar.
“Datos” que facilita el primero, “datos” que aportan el resto de los asistentes, sin sumar ningún aporte adicional.
Esta situación se suele repetir en el caso de participantes adultos. El pánico escénico, que anula momentáneamente la realidad y presenta la escena como un escenario infernal, facilita la imitación de las exposiciones.
El final más repetido, previo a una sensación de alivio que manifiestan expresamente, es un rotundo: “¡¡Y ya!!”.
Mi recomendación es, una vez facilitada la información que permite identificarnos, finalizar con un expresivo y sincero : “he venido a aprender y espero sacar provecho de este … (taller, curso, etc.)” o un sencillo: “me alegra conoceros”, acompañado de una maravillosa sonrisa.