#13J, el #deb4te 2016 blanco
El pasado 13 de junio los telespectadores tuvimos la ocasión de presenciar un debate muy esperado con unos candidatos que partían de unas líneas de salida desiguales.
Preveíamos una contienda de tres contra uno –todos contra Rajoy- y observamos embates todos contra casi todos, seleccionando el personaje objetivo en función del tema tratado.
Presenciamos la preparada entrada de unos candidatos que coincidieron en la tonalidad de la camisa que vistieron: transparencia, limpieza y honestidad era el mensaje a enviar.
Unos candidatos que mantuvieron un control permanente de la dirección y movimiento de sus manos y ofrecieron unos gestos, posturas y expresiones –faciales y orales- muy estudiados.
Mariano Rajoy, con un sentido del humor puntual y socarrón, superó las bajas expectativas de partida. Arrancó fuerte y mantuvo el tipo –en unos bloques mejor que en otros- a lo largo del debate, defendiendo cómodamente el terreno que domina: el de cifras y datos.
Un Rajoy paciente, que mejora, sin prisa pero sin pausa, su lenguaje gestual –sus manos cobran cada vez más vida- pero todavía impreciso en la mirada. Necesita encontrar un método alternativo a los múltiples “post it” que empapelaron su atril.
Pedro Sánchez no convenció. Bueno en las miradas directas que dirigía al interlocutor al que increpaba, repitió los ataques habituales en sus discursos de las últimas semanas: la falta de apoyo de Podemos a su candidatura como presidente del Gobierno y la corrupción que rodea a Rajoy.
Un Sánchez algo robótico, portador de una sonrisa defensiva, protagonista de un “yoismo” –implicación personal en sus propuestas- beneficioso cuando se emplea con prudencia.
Albert Rivera mostró seguridad en sus reproches a Rajoy e Iglesias, expuso propuestas que reforzaba con gestos ilustradores contundentes y gráficas visuales, que explicaba convenientemente.
Un Rivera que brilló en el minuto final en el que empatizó con la audiencia al compartir “su sueño para este país”.
Pablo Iglesias, moderado y plano en su estudiado lenguaje gestual, mostró unas reacciones emocionales distintas en función del emisor de la crítica recibida–desprecio e ira ante Rivera, tristeza y decepción ante Sánchez-.
Un Iglesias correcto en su discurso, concreto en los pactos que persigue , vago en los argumentos que justifican sus propuestas, que no cumplió las expectativas creadas, pero consolidado como alternativa al partido más votado.
Un debate en un escenario acertado en la colocación de los atriles, desafortunado en la elección del decorado.