Yo discuto, tu discutes, nosotros discutimos
Con frecuencia, pronunciar un “vamos a discutir el tema” provoca reacciones equivocadas, en forma de: «no discuto», “no quiero polemizar”, “no es momento de rivalidades”, “me disgustan las disputas”, “déjate de polémicas”, etc.
“Vamos a discutir” lo que sea, quiere decir: exponer argumentos, examinar las razones aportadas, analizar las consecuencias, tratar las posibles implicaciones, considerar todas las posibilidades y un largo etcétera.
¿Por qué se le otorga popularmente una connotación negativa a la discusión?
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, al que recurro cada vez que tengo una duda, define “discutir” en su primera acepción –dicho de dos o más personas- como: “examinar atenta y particularmente una materia”, y en la segunda: “contender y alegar razones contra el parecer de alguien”.
Suelo trabajar con una página de sinónimos y antónimos abierta en mi ordenador, que sustituye a mi fantástico diccionario de igual temática que tantas veces manoseé, y que reconozco añoro –adoro pasar los dedos por el papel y sentir las páginas-. Asusta comprobar algunos de los resultados que obtiene la búsqueda de “debatir”: disputar, pelear, acalorarse, regañar, enemistarse, controvertir, impugnar, etc.
Discutimos con la intención de aclarar una situación, superar un malentendido, acordar una estrategia, alcanzar un acuerdo y miles de cuestiones más.
Discutimos con la pareja, con los padres, con los hermanos, con los primos, con los amigos, con los compañeros, con los vecinos…
Discutimos por motivos personales, familiares, laborales, sociales, políticos, religiosos, comerciales…
Discutimos en casa, en la calle, en la playa, en el trabajo, en el restaurante, al volante…
Las discusiones están presente en gran parte de nuestras conversaciones. Esforcémonos pues para que sean lo más productivas y positivas posibles.
A la hora de discutir un tema no debemos focalizarnos únicamente en los puntos en desacuerdo. Realzar los aspectos en los que se está de acuerdo favorece el éxito de la discusión.
Aplicar la escucha y el diálogo empáticos, sin interrupciones, respetando el turno de cada interviniente, garantizan una discusión de la que “no nos avergonzaremos”.
Es fundamental eliminar cualquier tipo de violencia verbal: nada de insultos, descalificaciones, humillaciones, etc., ni demostraciones gestuales deplorables: decepciones manifiestas, expresiones faciales exageradas, gestos inapropiados, posturas inadecuadas, etc.
Chantajes psicológicos ¡fuera! Una cosa es hablar desde el corazón al corazón de nuestros escuchantes y otra, bien distinta, es hacerles sentir mal con el fin de conseguir nuestros objetivos, de ética discutible.
Si tenemos que realizar una crítica, hagámosla sobre un hecho o acción concreta, no la enfoquemos sobre la persona que lo ha realizado. Apliquemos el criterio del minuto: un minuto de elogio, un minuto de crítica –siempre con un objetivo positivo-.
Practicar la asertividad, decir lo que se piensa con fuerza pero respetando las opiniones o ideas de los demás –sin ironías-, facilita la tolerancia y refuerza la seguridad de los conversadores.
Hablar -nunca gritar- y pedir -en lugar de exigir-, aceptando los errores propios y preguntar –sin acusar- son los últimos ingredientes que favorecen una buena discusión.
¿Discutimos sobre…? 😉
Me está aportando estrategías para mi próxuma reunión
Gracias
Pienso que lo fundamental de una discusión es ante todo las formas , educación (nada de insultos y respetando el turno de cada uno, escuchando ..).El volumen también es importante y tener la mente abierta, ser tolerante y no basarse en lo negativo.
Pienso que tengo que ampliar mi vocabulario, para poder tener más formas de expresión