EL PROTOCOLO DE LAS PLUMAS ESTILOGRÁFICAS
Estimada Yelena,
Acerca de la consulta que nos envía, en primer lugar hay que recordar que en Protocolo, aunque hay normas escritas, hay muchas otras que pueden variar, especialmente entre un país y otro.
El caso de las plumas estilográficas es muy particular, y en algunos casos se tiene muy en cuenta. Sólo hay que recordar como recientemente Obama firmó con 22 bolígrafos (que no plumas) diferentes la Ley de Reforma de la Sanidad (puede ver el artículo publicado en Revista Protocolo) para después poder regalarlas posteriormente como símbolo del momento histórico.
La primera pregunta sería: ¿pluma estilográfica o bolígrafo? Hay que considerar varias cosas. En primer lugar, una pluma es un objeto bastante personal, que requiere de cierta adaptación en función de la posición con el que es cogida por el usuario. Por ejemplo, si una pluma está “adaptada” a un zurdo, posiblemente rayará el papel si lo coge un diestro. Después está el problema de la tinta, que puede jugarnos una mala pasada (y aunque se comprueben, siempre puede atascarse, especialmente si por alguna razón el plumín queda descubierto y la tinta puede secarse), además de que puede llegar a manchar, tanto las manos como el papel (al tratarse de una tinta de lento secado). Y por último, el mayor inconveniente tal vez es que, a diferencia de los bolígrafos de punta de bola, no todo el mundo sabe usarlas.
En los últimos tiempos, las plumas en los eventos se van dejando atrás a favor del bolígrafo, sobre todo desde que importantes marcas comerciales como Mont Blanc sacaron al mercado bolígrafos con diseños similares a las estilográficas y mantienen el aspecto sobrio y formal de una pluma. Como especialista en protocolo, yo recomendaría usar, por las dudas un bolígrafo. Y a ser posible, claro, tener más de uno disponible.
Si aún así se quiere usar la pluma (bien porque el evento lo requiera, o porque la cultura del país en concreto lo requiera), habría que preparar igualmente más de una pluma, todas con el recambio de la tinta completo para evitar cualquier inconveniente, convenientemente tapadas y que sea el propio firmante (o su ayudante, si lo acompaña) el que destape el plumín. Comprobar la pluma haciendo algunas firmas de prueba en el mismo tipo de papel en el que se va a firmar también es útil. A veces el tipo de papel que se usa en documentos oficiales y ceremoniales puede ser o muy secante (lo cual haría que la tinta se absorbiera de forma más rápida, dejando un borrón), o muy brillante, evitando la absorción de la tinta y por tanto no fijando la firma. Para ilustrar esto, basta con probar a firmar con una pluma sobre el papel de un periódico y sobre un papel fotográfico para entender los diferentes efectos. Así pues, en el caso de las plumas, no sólo hay que cuidar la tinta, sino también que no manche y que el papel en el que se va a usar es apto para estilográficas. Por todo esto, se aconseja usar un bolígrafo de gama alta en lugar de una pluma.
¿Qué hacer si uno de los invitados se guarda la pluma o el bolígrafo en el bolsillo? En este caso, lo primero que habría que hacer es recurrir al anfitrión (si es posible), y comentarle el hecho. Si no se pertenece al equipo cercano, habría que comentárselo a alguien cercano al anfitrión. Tal vez prefiera obviar el detalle (aunque esto suponga perder la pieza). Si el anfitrión pide que se recupere, desde el equipo de protocolo se puede decir, fuera de cámara y una vez el invitado que ha guardado la pluma no esté en el foco de la atención, que sea tan amable de devolver la pieza intentando ser cortés (por ejemplo, diciendo que se trata de una antigüedad de la institución o que se guardará por razones históricas). En cualquier caso, si se trata de una pieza costosa (algunos modelos incluyen piedras preciosas y son muy valiosos), lo mejor es que haya un miembro del equipo que se encargue de custodiarla, evitando perderla de vista hasta que el acto termine y discretamente pueda recogerla y guardarla en un lugar seguro. No obstante, en este caso, la discreción debe ser la máxima norma.
RESPUESTA DE MAR CASTRO (en colaboración con Javier Campos)