A vueltas con la servilleta
Hace unos días, con motivo de un viaje de trabajo a la capital, coincidí en la terraza de un restaurante gallego en una zona exclusiva de Madrid con el director de un prestigioso medio de comunicación escrita, tertuliano habitual de varios programas de televisión. Estaba acompañado por una joven y un conocido “abogado de famosos”.
Lo primero que me llamó la atención fue la enorme mesa ovalada que ocupaban. La recomendación de un servicio por persona y una silla por comensal se obvió totalmente…. Lo segundo fue la colocación de la servilleta. El buen hombre, elegantemente vestido con traje y corbata, no dudó en situarla, bien encajada, en el cuello de su camisa permitiendo que colgara libremente por su torso cubriéndolo prácticamente en su totalidad. No se despojó de ella hasta que finalizó la degustación de sus platos.
Esto me recuerda a una situación que viví hace unos años en una comida (como buena gallega aprecio los placeres de la mesa) con el gerente de una imprenta y un empresario del sector editorial. El primero de ellos no dudó en situar el paño en el mismo lugar que el citado director del rotativo a la vez que pronunciaba, conocedor de mi especialidad, “no sé si está bien hacer esto pero no me quiero manchar”… Les confesará mi pensamiento: ¡aprenda usted a comer con corrección y educación!
Lo que me lleva a recordar que, una vez sentados a la mesa, colocamos el lienzo, doblado a la mitad, sobre nuestras piernas y una vez finalizada la comida lo depositamos a la derecha del plato, sin recuperar sus dobleces originales y con las zonas más utilizadas, y manchadas, hacia dentro. Únicamente los niños y las personas mayores con problemas de movilidad o temblores, sitúan la servilleta al cuello.
Bo proveito!! 😉