REFLEXIONES EN TORNO AL ENLACE NUPCIAL DEL 29 DE ABRIL
A raíz del anuncio de compromiso oficial del príncipe Guillermo de Gales con Kate Middleton surgen multitud de artículos ofreciendo recomendaciones sobre saber estar, urbanidad, etiqueta, redes sociales… En los últimos días he leído varias normas a seguir por los asistentes al enlace nupcial de los futuros reyes de Inglaterra que me gustaría comentar.
Entre otros consejos, se exige puntualidad, me permito apuntar que no solo para asistir a una boda real debemos tener en cuenta esta premisa. Cualquier situación en la que nos impliquemos, con independencia de su condición, demanda su estricto cumplimiento.
Nos recuerdan la imposibilidad de tocar o abrazar a la reina Isabel II, como espontánea e inoportunamente realizó la primera dama norteamericana en su visita a la monarca británica hace un par de años, es decir, evitar todo tipo de muestra cariñosa en la salutación que ofrezcamos. El saludo a un miembro de una Familia Real será, como mínimo, un prudente, elegante y profesional apretón de manos. El máximo agasajo hace referencia a la reverencia o la inclinación. Reservemos los besos en la mejilla y los abrazos para personas de nuestro entorno más íntimo, familia y amigos, practicados en un contexto informal.
Se ofrecen igualmente las características que predominarán los atuendos de los invitados. Las señoras, vestido (ni corto ni traslúcido) y tocado o sombrero. Los caballeros, traje de chaqueta o chaqué y sombrero de copa, el género masculino debe recordar sacarlo durante la ceremonia religiosa. Los miembros de las fuerzas armadas invitados a la boda vestirán uniforme de gala.
La etiqueta española señalaría traje corto para las señoras y chaqué para los caballeros. Suprime la obligatoriedad de llevar sombrero, si bien he de reconocer que aporta un toque de distinción y es un hermoso complemento que comunica nuestra personalidad y aporta armonía a la imagen que mostramos, siempre y cuando lo portemos con elegancia y soltura. Lógicamente, el color blanco lo vestirá en exclusiva la gran protagonista del día, la novia.
Muy oportunamente, sobre todo teniendo en cuenta la fiebreque las redes sociales provoca en muchas personas, se prohíbe la entrada de teléfonos móviles en la Abadía de Westminster. Se evita, por un lado, cualquier intromisión molesta de alguna llamada inoportuna (o imprudente invitado que no ha silenciado su terminal) y, por otro, se evita que se cuelguenen Facebook o Twitter todos los detalles del enlace a medida que se producen. Y, porque no reconocerlo, se protege la posible exclusiva firmada con alguna importante revista o medio de comunicación.
Otros consejos aportados hacen referencia a la aceptación de todos los platos que componen el menú nupcial, no se debe rechazar ningún alimento; la advertencia de no atragantarse ni beber ruidosamente así como la exhortación para que todos los presentes se mantengan sobrios durante toda la jornada.
Teniendo en cuenta que la mayor parte de los invitados son miembros de la realeza europea, diplomáticos, militares, sujetos afiliados a entidades benéficas, practicantes de obras de caridad y amigos de la pareja sigue sorprendiéndome poderosamente la exigencia de ofrecer estas normas básicas, de necesario conocimiento y práctica diaria, para todas las personas que nos relacionamos personal, social o profesionalmente.
¿De verdad son necesarias estas sugerencias? Tan extendida está la descortesía, la irreverencia, la imprudencia, la zafiedad y la petulancia para que haga falta ofrecer estas nociones básicas de protocolo social.
Permítanme finalizar estas reflexiones con un consejo para todas aquellas personas que en alguna ocasión asistan a un enlace nupcial, civil o religioso, con independencia de la sangre, real o no, de los contrayentes: sean prudentes, respetuosos, corteses, amables, tolerantes y, por favor, no olviden practicar el noble arte de la sonrisa.
Disfruten de los esponsales.