Piropea «bonito»
He leído varios artículos que aseguran que la práctica del halago tiene efectos positivos tanto en el ámbito personal como en el laboral. Un inestimable elemento motivador que eleva el rendimiento de las personas, reduce el absentismo laboral y colabora en el incremento de la capacidad de vida en varios años.
Esta intensa y esperanzadora afirmación debería ser suficiente para fomentar la práctica del elogio en los distintos entornos en los que nos desenvolvemos a diario, lo que me impulsa a comentaros cuáles deben ser las particularidades que le caracterizan: elegancia, sinceridad, especificidad y personalización.
Silbar, gritar o emplear gestos y palabras vulgares son formas de galantería “primitivas” e inaceptables que provocan desagrado, atropello, incomodidad y rechazo social.
El piropo cumple tres funciones principales: reconocer una cualidad o valor y ponerlo de manifiesto; alabar una acción o hecho concreto; y, estar dirigido a una persona, colectivo o entidad concreto.
La periodicidad en la utilización de las alabanzas depende de la oportunidad de la misma. Una vez a la semana es la recomendación ideal para no “caer” en la adulación. Su emisión debe estar justificada y realizarse en el momento preciso. Elogiar como primera toma de contacto con una persona desconocida, como solución rápida a un desacuerdo, tras a una disculpa o como única forma de comunicarse, no es apropiado.
Piropea bonito y… “a modiño”!! 🙂