Los amores de mi vida
Hace mucho tiempo que deseo escribir unas líneas dedicadas a esas trabajadoras dinámicas, activas, emprendedoras, enérgicas, resolutivas, diligentes, incansables, eficientes, ágiles, tenaces, voluntariosas… capaces de estar cinco sitios distintos y hacer diez cosas diferentes… a la vez.
Despertador, taxista, cocinera, maestra, niñera, mediadora, enfermera, psicopedagoga, entrenadora, secretaria, psicóloga, guardaespaldas, vidente, abogado,… han sido algunos de los calificativos (todos ellos ciertos y reales) que nos dedican un montón de viñetas.
Nos levantamos veloces como rayos al escuchar el primer gemido o lamento en la noche, con independencia de que durmamos como troncos y llevemos días sin pegar ojo.
Nos privamos de ese trozo de… que tanto nos gusta para compartirlo con nuestros tesoros.
Sorbemos fugazmente esas lágrimas que nos cuestan reprimir, o luchamos denodadamente por su contención, para no disgustar a los que más queremos.
Despertamos, duchamos, vestimos, damos el desayuno, arreglamos la habitación, preparamos las mochilas y el tentempié de media mañana y salimos de casa “hechas un pincel” en un período record de tiempo, agotadas y con miles tareas pendientes ( todas necesarias “para esta mañana”).
Dedicamos todo el tiempo necesario para llevaros a esas actividades extraescolares que tanto disfrutan y que tantas horas y kilómetros consumen (por no citar el desgaste físico que producen).
Agotadas y deseando comprobar la comodidad del sofá, preparamos baños, secamos cabellos, hacemos la cena, resolvemos las últimas dudas de las tareas escolares, contamos historias y acostamos con una sonrisa en la cara satisfechas de la jornada, del día a día.
Agradecida por poder disfrutar de esos seres maravillosos a los que tenemos el deber de cuidar y proteger pero también formar para enfrentarse con entereza y decisión al mundo que les espera “ahí fuera”.
Ser madre es mi mejor experiencia. :-))