MÁLAGA, EMOCIÓN Y MORRIÑA
Morriña es un término gallego universal aplicado a lo mucho que se echa de menos personas, experiencias o lugares que han dejado huella.
Morriña in crescendo es lo que siento al recordar a Ana Santos, Alberto Ortiz, Cristina Vega, Elena Benito, Juanjo Moreno, Blanca Usoz e Igor Cubillo. Compañeros de aventuras, convertidos en amigos por obra y milagro de una acción estratégica de promoción turística de Málaga organizada por Turismo Andaluz, empresa adscrita a la Conserjería de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía.
La Viñuela Hotel Boutique, situado en el corazón de la Axarquía, nos recibió con una impresionante puesta del sol sobre el embalse la Viñuela, preludio de una cena capaz de contentar a los paladares más exigentes.
Recorrimos un entorno natural único, el Desfiladero de los Gaitanes -conocido como Caminito del Rey– inaugurado por el Rey Alfonso XIII. Un paraíso inexplorado de recorrido lineal en el que vista, olfato y oído se deleitan a lo largo de cuatro horas de camino en sus casi 8 kilómetros de extensión.
Una zambullida de ensueño en el balneario de Carratraca permitió reponer las fuerzas consumidas en la marcha y nos empapó –espero- de los poderes curativos de sus aguas sulfurosas. Sumado al placer que experimentamos y las risas que soltamos, ¡seguro!
La visita al mercado Atarazanas nos mostró productos locales que desconocía, y de los que me declaro fan: cremas para untar artesanales, aceitunas aloreñas –únicas con denominación de origen en España-, conchas finas, nueces largas, tomates castellanos y un sinfín de exquisiteces más.
Probamos la rica gastronomía de la zona: ensalada de tomate con atún, ajoblanco, porra antequerana, gazpacho con virutas de ibéricos, boqueroncitos al limón (mi estrella de la fritura malagueña), patitas de pulpo a la parrilla, chivo de Canillas, flamenquines ibéricos, torta de algarrobo… y riquísimos caldos de la tierra, con especial predilección por el Botani 100% moscatel seco y Pago El Espino, ambos D.O. Sierras de Málaga.
Visitamos la catedral, joya renacentista andaluza conocida como “la manquita” –una de sus torres está incompleta-; el teatro romano –construido por Cesar Augusto- y el palacio de Alcazaba, una fortificación militar del siglo XI que conjuga en serena armonía protección y belleza, conserva dos recintos amurallados –en tiempos tuvo tres- y ofrece una espectacular vista de la bahía.
Málaga es una tierra de parajes diversos, singular belleza y sensaciones irrepetibles.
Conocí la biznaga–exclusiva flor malagueña elaborada a base de jazmines insertados en cardo seco- que inunda calles y estancias con su penetrante aroma; y el algarrobo, los sustitutos del chocolate se elaboran con sus frutos.
Conocí el desparpajo y la creatividad de muchos dichos populares, que me arrancaros buenas carcajadas, cortesía de Alberto:
“Eres más grande que el día del Señor”,
“Qué hace el agua con los caminos, que no hará con los intestinos”.
Y dos muy cercanos a mi tierra:
“Estaba de bueno el albariño que me regalaron… ¡Para acostarse con él!”,
“Pimientos de Padrón, uns pican e outros… (non)” “¡Un cojón!”.
Conocí expresiones espontáneas de lo más malagueño, de la mano de Cris:
“¡Te han dejado tuits interruptus!”.
Han sido unos días inolvidables que han marcado en numerosas ocasiones “mi primera vez” –espetar sardinas, hacer senderismo, cenar en un restaurante con estrella Michelín- y la primera de muchas otras que vendrán.
Una de las mayores felicidades que puede experimentar una persona es la de sonreír sin parar, y eso fue lo que hice a lo largo de tres días maravillosos e inolvidables, grabados de la forma más bella en mi corazón.
Málaga, ¡volveré! :-))