RECONOCIENDO LA MENTIRA
Un exitoso programa de radio formuló hace unos días a sus escuchantes[1] la pregunta: ¿Cómo te das cuenta de que tu pareja miente? No tardaron en llegar decenas de mensajes explicando la forma en que nuestro radar personal detecta que no nos están diciendo toda la verdad…
Cuando mi pareja me miente… “le tiembla el párpado derecho; no es capaz de conjugar bien los verbos; se le hincha la nariz; da explicaciones incoherentes; se estira las mangas del jersey; responde “ehhh”; se pone a la defensiva y se hace el ofendido; se le abren los agujeros de la nariz; sin motivo que lo justifique pide que no le “de voces”; no mira a los ojos; le entra una risa “floja”; facilita demasiadas aclaraciones; insiste en repetir “¿qué dices?”; le sudan las manos; se sonroja; regala una media sonrisa; le entra un tic en el ojo izquierdo; evade las preguntas y cambia de tema de conversación; se escuda en un “vale, lo que tú quieras, siempre tienes que llevar la razón”; abre mucho los ojos; tartamudea o es incapaz de jurarlo por su madre mirándome a los ojos” son algunas de las muchas respuestas que se ofrecieron.
Otras contestaciones aluden a un sexto sentido o intuición femenina o simplemente argumentan que lo reconocen, sin más. Sin faltar aquellos que aseguran que su pareja nunca miente…
Risa nerviosa o falsa, tono de voz agudo, ritmo de habla lento y vacilante, dificultad respiratoria, lenguaje gestual reducido y artificial, postura corporal oblicua, rígida y defensiva, son los principales indicadores del engaño.
El psicólogo Paul Ekman, pionero en el estudio de las emociones y su identificación mediante la expresión facial, afirmó que las emociones que frecuentemente experimentan las personas cuando mienten son:
La culpa. Aparece cuando lo que decimos o hacemos va en contra de nuestra forma de pensar, nos arrepentimos o tenemos necesidad de justificarnos, es decir, en casos de culpa no autorizada. Bajar la cabeza, mostrar nerviosismo o tristeza son algunas de sus manifestaciones.
El miedo a ser descubierto, provoca nerviosismo en la voz y ausencia de color en el rostro. Los ojos se agrandan, elevando las cejas y provocando arrugas en la frente. Se genera cuando “hay mucho en juego”.
El deleite. Emoción de difícil interpretación, frecuente en procesos de negociación (donde únicamente se producen las mentiras de omisión no de falsificación). Rápidas expresiones de superioridad o felicidad en los rostros en momentos de logro de acuerdos son sus principales exteriorizaciones.
Lentitud en el lenguaje, ausencia de congruencia en el contenido y de detalles que complementen la historia, repetida y total negación defensiva, relativizar la gravedad del hecho o recurrir a expresiones refuerzo de la credibilidad oral como son pronunciar “realmente”, “honestamente”, “verdaderamente”,… son indicios verbales de la mentira.
“Cuando quieras engañar al mundo, di la verdad” (Otto von Bismarck).
[1]https://marcastrocomunicacion.com/blog/eres-oyente-o-escuchante