PROTAGONISTA DE CRÍTICAS Y RUMORES
Miradas de reojo, conversaciones que se frenan en tu presencia, sonrisas burlonas o ambiente cargado, son manifestaciones expresas de que estamos siendo objeto de una crítica o rumor.
Lamentablemente, las críticas y los rumores generan un efecto atracción que los vuelve irresistibles. El mensaje seductor, ambiguo, incluso interesante que incorpora logra la creación de grupos, cuya razón de ser y objetivo es contribuir a la difusión de esta plaga, que pone de manifiesto las carencias emocionales de sus contribuyentes.
Aplicar el “triple filtro” de Sócrates –verdad, bondad y utilidad- ayudará a no expandir esta epidemia. Pese a ello, no está de más conocer una serie de técnicas a poner en práctica en el caso de que seamos protagonistas involuntarios de este tipo de situaciones, que tanto malestar y daño provocan.
Mantenerse a la defensiva o mostrar enojo son maneras óptimas de validar un chisme. Una sencilla, y firme, negación ante una crítica inmerecida o un rumor infundado es la solución ideal para este tipo de distracciones que producen daños, a veces irreparables, a nuestra reputación.
Otra opción válida para atajar habladurías consiste en reunir a las personas que las comparten y hacerles partícipes, con una nota de humor, de la situación real, para que tomen conciencia de su error y cesen en su empeño.
Anticiparse a los posibles cotilleos “sentimentales” que genere un trabajo puntual, que exige pasar más tiempo con algún colaborador, viajando o socializando, expuesto con mano izquierda y dando por hecho que el “activista” jamás daría por hecho semejante hecho, es muy práctico.
Dejar en evidencia a los divulgadores de las patrañas, o denunciarlos públicamente, es sumamente efectivo si se realiza cuando la crítica está empezando a andar y son pocos los partidarios de su propagación.
Y, por supuesto, no despreciemos la válida defensa expresa que harán nuestras personas de confianza ante la escucha de patrañas “a nuestras espaldas”.
Los rumores y las críticas son manifestaciones evidentes de una mala comunicación en el contexto en el que se insertan. Poner en práctica la siempre vigente máxima: “hablando se entiende la gente” contribuirá a su erradicación.