CUANDO HABLO, PALABRAS DIGO
Amo la palabra honesta, la palabra amable, la palabra noble, la palabra sencilla, la palabra dulce, la palabra humana.
Hace unos días le comentaba a un amigo que me disgusta profundamente la expresión “Te lo dije”, por eso, con personas de mi confianza –sobre todo con mis hijas- y en situaciones puntuales, y para cuestiones importantes, cuando estoy segura de la información que proporciono, que manifiesto de forma expresa tanto a través de mi adorada palabra hablada como del lenguaje gestual y paraverbal, es decir, que no deja lugar a ninguna duda, muestro mi convicción a través de la expresión “Cuando hablo, palabras digo”, acompañada de una conciliadora sonrisa.
Considero a la palabra el principal medio de conexión, relación, información y comunicación entre las personas.
Las palabras generan simpatías, provocan reacciones, logran apoyos, construyen realidades, crean percepciones, lideran. A través de ella mostramos nuestros valores, pensamientos y sentimientos, y expresamos nuestra realidad.
Las palabras incluyen, activan, integran, definen, construyen, suman.
Las palabras activan marcos mentales que determinan nuestra concepción de lo que nos rodea.
“La ciencia aún no ha producido un tranquilizante tan eficaz como lo son las palabras bondadosas” (Sigmund Freud).
Modificar la forma en la que nos expresamos exige cambiar la forma de pensar. La palabra crea conexiones neuronales con nuestros escuchantes provocando respuestas emocionales inmediatas.
Luntz resume toda su teoría en una frase tan simple como contundente: «Lo importante no es lo que dices sino lo que la gente entiende”. La palabra es poder.
Hay personas que conceden un uso no inocente a las palabras. A ellas les dirijo la recomendación atribuida a Sherezade, princesa de la palabra…
“Se consciente de las palabras que usas. Ellas son trozos de energía que, de manera invisible, vas sembrando en tu entorno. Observa lo que dices y cómo lo dices”.
Si las personas conocieran el peso de las palabras, le darían más valor a su silencio.
La palabra, ¡lo cambia todo!