El diálogo se originó en Grecia quinientos años antes de la era cristiana. Todas las personas tenemos la necesidad de hablar y la capacidad de hacerlo correctamente, con independencia del escenario donde se realice. De hecho, dedicamos tres cuartas partes de nuestro tiempo a la comunicación, a la expresión a través de la palabra y los gestos.
Séneca dijo que no nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles pero son difíciles porque no nos atrevemos.