CÓMO HABLAR CON UNA MUJER
“Mira tía, eres una borde que te lo tienes muy creído” es la curiosa recomendación que ofrece un portal en internet para acercarse a una mujer y entablar conversación. Digo curiosa por no recurrir a unos apelativos más que ajustados al texto en cuestión: desconsiderada, irreverente, grosera o descortés, por citar solo unos pocos.
Continúa el autor de tan absurdas palabras (que en ningún momento se identifica) justificando: “Tú solamente estás diciéndole a la mujer que está teniendo un mal comportamiento, lo haces con educación y con respeto… Estás siendo el único hombre que se atreve a decir las cosas claras”. Al parecer, la razón de que no hagamos caso a los hombres que se nos acercan es nuestro elevado ego y malcriada educación. Afortunadamente, esta web nos “mete en nuestra realidad”. Lo que hay que leer…
Cuestionar, con visible incredulidad y sorpresa, las palabras de las susodichas, provocará interés gracias a la “sinceridad” demostrada. Es otra de las extrañas tretas que se facilitan.
En ningún momento se alude a los temas de conversación que se no se deben tocar; tampoco se habla de la importancia de la sonrisa y el humor como efectivos recursos para captar y mantener la atención; eluden la fascinación que irradia el entusiasmo; esquivan la fuerza que proporciona la confianza en uno mismo a la hora de emprender un proyecto de la naturaleza que sea; se anula la valiosa información que ofrece el lenguaje gestual; etc.
Como experta en oratoria, me permito recomendarles a los caballeros, destinatarios finales de los malintencionados consejos que ofrece el artículo, que ante todo recurran a la cordialidad, la tolerancia, la naturalidad y el respeto como base de acercamiento para entablar cualquier tipo de conversación con independencia del público objetivo al que se dirijan.
Tranquila me quedo al leer en las últimas líneas que sólo se recurra a estas artimañas bastas en el caso de que el hombre en cuestión no sea un “habilidoso conversador”. Lamentablemente, muchos lectores recurrirán a estas insolentes argucias como forma de tapar las visibles carencias a las que no se quiere dedicar tiempo ni esfuerzo.
¿No sería mejor aplicarse en el fascinante arte de hablar en público?