LA IMPORTANCIA DE LA MIRADA
“¿Eres la madre de las niñas nuevas?” Fue la oportuna presentación que hizo una progenitora del colegio de mis hijas para entablar conversación. “Estamos encantadas con ellas”. Hasta ahí todo fue bien, incluso el comentario acerca de mis chicas me halagó. El problema, o irritación para ser más exactos, comenzó cuando la buena mujer dejó de mirarme, lo que hasta el momento había hecho casi todo el rato, y empezó a observar alrededor suyo. Supuse que estaría controlando a alguno de sus vástagos, lo que sería lógico siempre y cuando avisara: disculpa que no te mire pero estoy intentando localizar a mis hijos, o algo similar, sería un buen argumento. Comprobar que la dirección de su mirada apuntaba siempre a puntos inconcretos y vacíos provocó mi incomodidad.
Mi fastidio se agravó cuando el siguiente tema de conversación, por supuesto seguía sin dirigirme la atención, fue criticar el descontento, y revuelo, que había provocado una alumna nueva que había aterrizado en la escuela dos años atrás… Desconozco los argumentos que sustentan esa opinión y si la citada mujer es la portavoz de las madres de los compañeros de clase de mis hijas pero me pareció muy imprudente escuchar tales críticas sin conocer o tener una mínima confianza con la destinataria del mensaje, es decir, conmigo… ¡Qué alegremente emitimos juicios sin someterlos a prueba y sin importarnos quién los escuche!
Otro día trataré el tema de la prudencia, la discreción, la tolerancia, la humildad y otras tantas y necesarias virtudes que debemos practicar pero el artículo de hoy quiero dedicarlo a la importancia de la mirada.
Los ojos son los protagonistas de un lenguaje expresivo y preciso, tienen un marcado carácter comunicativo. Una simple mirada ofrece información reveladora ateniéndonos a dos componentes muy significativos, hacia donde miro y durante cuánto tiempo mantengo la mirada.
Partiendo de la base que la duración óptima de una mirada está condicionada por cada situación concreta, por los protagonistas que en ella intervienen y por el entorno en el que se produzca, no está de más recordar que mirar de frente muestra, y demuestra, interés y disposición así como la intención de estar receptivo a la comunicación. Desviarla, expresa indiferencia, vergüenza, inseguridad o desinterés, además de provocar falta de credibilidad.
A más de un sujeto habría que recordarle que no se confía en las personas que no miran directamente a los ojos.