CONOCER TODAS LAS RESPUESTAS
Como oradores, que adoramos nuestra profesión y valoramos y agradecemos el tiempo e interés que nos demuestra la audiencia, deseamos que éstos salgan contentos y convencidos de su asistencia, con ganas de volver a escucharnos.
Uno de los mayores temores a los que, teóricamente, se enfrenta un conferenciante es a no saber responder una pregunta que le formulan. Aterroriza desconocer la respuesta y ofrecer una imagen de persona inexperta o poco preparada.
Me gusta decir que, afortunadamente, no somos perfectos, por tanto no podemos saber “todo”. Bien cierto es que dominar el tema que tratamos, la actividad que realizamos o la especialidad que nos define es una premisa sobre la que asentar nuestras acciones pero no lo es menos que somos humanos y como tales, desconocemos respuestas y cometemos errores (ajenos a nuestra preparación y conocimiento).
Cuando no sepas la contestación a una pregunta relevante, reconoce que no tienes clara la respuesta, que la investigarás y te pondrás en contacto con la persona que la formuló (recuerda solicitar sus datos, generalmente, la dirección de correo electrónico) para comentarle las conclusiones a las que has llegado en el menor tiempo posible de espera.
Si ignoras un dato importante o novedoso, y te aseguras de hallar la respuesta correcta, tu prestigio y credibilidad se mantendrán intactos, incluso mejorarán (la humildad es apreciada). Si mientes para no reconocer tu supuesta “ignorancia”, le habrás asestado una “puñalada” a tu reputación de la que te costará recuperarte…
Cuando la consulta que se realiza es insustancial o escapa al tema de la charla, puedes quedar con el sujeto que la planteó para discutirla al finalizar el tiempo del que dispones para tu exposición.
Si reconoces maldad en su formulación, recurre a la firmeza cortés; amable pero serio, agradece la pregunta pero reconoce que se desvía de las cuestiones tratadas y automáticamente da paso a otra consulta.
Si el “oyente” insiste en conocer la respuesta, de manera más firme todavía, le “cortas” la palabra citándole para cuando termine la charla y poder así discutirlo con calma. Alude al escaso tiempo del que dispones para centrarte en temas importantes y pertinentes. Acompaña la acción con una desviación de tu mirada hacia el resto de los asistentes, que sí están interesados y merecen toda tu atención.
Disfruta tu intervención!! 🙂