Selfi inadecuado
“¿Cuál ha sido el sitio más inadecuado en el que has visto a alguien hacerse un selfi?”
Un conocido programa de radio formuló hace unos días esta pregunta a sus oyentes. Las respuestas ofrecidas fueron de lo más dispares y alocadas:
- “un conductor haciendo un selfi mientras conducía su coche bajo la lluvia”,
- “una chica se bajó a la vía para hacerse un selfi con el AVE llegando a la estación”,
- “a mi hermano talando un árbol, en una mano la cuerda para tirar por el árbol, en la otra el video del momento”,
- “en la orilla de una peligrosa cascada”,
- “delante de un toro en plenos Sanfermines”,
- «corriendo borracha, a gran velocidad, calle abajo»,
- etc.
Otras contestaciones, de peor gusto, hacían alusión a fotos tomadas en un cementerio, en un campo de concentración delante de una fotografía con una montaña de cadáveres, en la Zona Cero de las torre gemelas en plena desolación, entorpeciendo la puerta de acceso a un hospital o realizando posturas obscenas en lugares de culto.
El deseo de convertir los autorretratos en imágenes virales, lograr la admiración de todo aquel que las visualice, la necesidad de vivir emociones al borde del peligro, la explicación de una situación, apoyo visual a una documentación, practicar el arte de la seducción, realizar una campaña de promoción, y decenas de argumentos más, defienden la finalidad y popularidad del selfi.
Se asocia el selfi con el entretenimiento, el ocio y la diversión.
Fotografía escenas curiosas, singulares, graciosas, amables, placenteras, extraordinarias, desternillantes, etc., pero nunca situaciones que:
- pongan en peligro tu integridad física,
- revelen el mal estado en el que te encuentras,
- incluyan a personas que no desean ser “públicas”,
- muestren fondos desesperanzadores, o
- supongan la pérdida de objetos preciados, empezando por el propio teléfono.