#NETiqueta vs. Visceralidad: un equilibrio posible
Hace unos días Miguel Anxo Fernán Vello, cabeza de lista de En Marea por mi tierra, Lugo, realizó unas desafortunadas declaraciones en Twitter, con motivo de los resultados electorales en Galicia, donde el Partido Popular revalidó la mayoría absoluta:
Extraño pueblo el nuestro: “esclavos” que votan al amo, al “señorito”, al cacique, al que manda, a los de siempre. Pueblo alienado e ignorante. Triste.
El revuelo que causaron sus palabras provocó que eliminara el tuit incendiario y escribiera otro ofreciendo disculpas (aunque la coletilla final me hace cuestionar su franqueza):
Rectificar es preciso. En “caliente” podemos expresar ideas desacertadas. El pueblo habló y tiene todo mi respeto. Mis disculpas si ofendí.
En declaraciones a distintos medios de comunicación el señor Fernán reconoció que había escrito esas palabras ofensivas para sus paisanos en un momento de calentura, insistiendo en su “amor a Galicia”, citando los orígenes labriegos de sus abuelos y el uso habitual del gallego como lengua de expresión.
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Colaboro habitualmente en Onda Cero Lugo, en el programa de Lourdes Abuide, que no dudó en convocarme para que le comentara mis impresiones sobre esta penosa actuación en la Red.
No considero suficientes sus disculpas ni me convencen sus justificaciones. No es defendible el empleo de un vocabulario rancio y ofensivo, con alarmantes connotaciones dictatoriales.
¿Es más gallego este caballero por ser de pueblo y hablar gallego que una persona de ciudad que se expresa en castellano?
¡En absoluto!!
Esta urbanitas que escribe, habitualmente castellano parlante, bilingüe, nieta de un salmantino y tres lucenses, de pueblo -maestros de escuela, empleado y planchadora- se siente gallega hasta la médula.
“Mar Castro, de Lugo” es mi carta de presentación, allá por donde voy.
El amor a Galicia se demuestra en las palabras y acciones de nuestro día a día, hables la lengua que hables y provengas de donde provengas.
El amor a Galicia se lleva en la sangre y se manifiesta en tu “hacer” cotidiano.
Un personaje público, máxime un político, debe medir sus palabras y mostrar respeto por sus simpatizantes y por sus adversarios, con independencia de sus ideologías.
Un personaje público, máxime un político, tiene que defender sus ideas y argumentos sin descalificar a aquellos que no los comparten.
Un personaje público, máxime un político, pase lo que pase, jamás puede atacar a su tierra o a sus paisanos.
Cada persona es libre de sentir reacciones emocionales intensas ante informaciones, decisiones, elecciones, etc., pero si estas lastiman, molestan o faltan de alguna manera al respeto a tan solo un sujeto, abstente de difundirlas.
En momentos de euforia o profunda decepción piensa detenidamente lo que comentas.
Permíteme un consejo, aplicable para todas las personas y situaciones:
¡Piensa antes de hablar, piensa antes de escribir y piensa antes de publicar!!
Le dedico, Sr. Fernán, la misma recomendación que en su día ofrecí a una dama de la política «visceral» que, en una entrevista televisada, se permitió dar un uso peyorativo a la palabra «GALLEGO»:
Ponga usted a un GALLEGO en su vida, le aportará humildad, amabilidad, sencillez, dedicación, confianza, empeño, lealtad, generosidad, capacidad de adaptación y superación, diplomacia y sentido del humor.