El mundo digital es un espacio en el que las distancias son “en este momento”; los lugares, “aquí y ahora” y las limitaciones geográficas, simplemente “no existen”. Un universo infinito en el que las restricciones se diluyen a favor de las decisiones que los internautas tomamos en cada momento.
Un escenario en el que el tiempo es “ya mismo” y las demoras no tienen lugar. Un lugar en el que ofrecemos distintas interpretaciones de la vida que vivimos, la que mejor convenga o menos disguste. En demasiadas ocasiones, la mejor versión de uno mismo. Un lugar donde esconderse de la vida perfecta que mostramos sin demostrar.
Lo corriente y lo vulgar del mundo offline se trasladan al libro abierto de la Red, derrochando una originalidad, singularidad y dominio sin carnet ni identidad. Individuos grises que por arte y gracia de conexiones digitales, que no entendemos pero aceptamos sin rechistar, se presentan como grandilocuentes profesionales y personas de mérito desconocido.
Ilustración: Sabela Arias
Internet pone a disposición de todo el que lo demande múltiples escenarios en los que ofrecer versiones personalizadas, renovadas sin descanso ni piedad. Realidad e imaginación conforman una ficción a medida, que no reconocemos pero aprobamos sin cuestionar.
La intimidad ha perdido su sentido y descripción. Lo que antes nos avergonzaba en privado, nos hace regodearnos en público. La prudencia se ha convertido en un artículo de lujo, agónica, en vías de extinción. La sinceridad acecha brutal en todas las esquinas, por muy cruel e inoportuna que sea su carga.
La impunidad del supuesto anonimato de la Red nos anima a expresarnos sin elaborar el pensamiento ni pensar en las consecuencias de su difusión. El antaño cariño hacia un amigo, o un conocido, se difumina en una distancia donde las rupturas son pasajeras, superficiales e indoloras merced a la expresión de opiniones personales superficiales, sin contexto ni sustento. Una tentación amparada en su ausencia, su falta de presencia física, a merced de todo aquel que quiera opinar en la plaza pública de la Red.
¡Nos hemos convertido en nuestros mejores amigos!
A la vista de lo que vemos a diario en nuestras interacciones digitales, me pregunto: ¿Nos importan todas las actividades a las que dedicamos nuestro tiempo o nos hemos desconectado de lo que de verdad nos importa?
Publicado originariamente en La mejor versión de uno mismo