POR UNA ENRIQUECEDORA ATENCIÓN AL CLIENTE
¿Qué te pongo? ¿Te ayudo? ¿Querías algo? ¿Dime? o un simple ¿Si? Son algunas de las inadecuadas presentaciones que ofrecen algunas personas, afortunadamente solo algunas, que desarrollan sus servicios de cara al público: camareros, dependientes, gerentes… Inadecuada introducción que proporciona un mal ejemplo a imitar además de facilitar una respuesta inapropiada o airosa. Mucha gente considera justificado ofrecer una mala contestación ante una pésima presentación. Errónea premisa muy socorrida…
La atención al público demanda ciertas hipótesis para que ésta se realice de forma efectiva y respetuosa: un saludo cordial (un sencillo buenos días o buenas tardes predisponen a favor), una sonrisa franca (todo el cuerpo sonríe) y disposición (actitud de servicio a los demás). El objetivo es satisfacer las necesidades, intereses o dudas de aquellos que se dirigen a nosotros en busca de ayuda, consejo o recomendación.
¿Dónde escuché aquella frase de”la satisfacción del trabajo bien hecho”? Gran sentencia, sí señor, y una gran realidad. Siempre he defendido, y practicado, y así se lo hago saber a mis alumnos, qué cuando tengamos que realizar una labor, la que sea, hagámoslo lo mejor posible. Nuestro nombre, nuestro orgullo y, ¿por qué no reconocerlo?, nuestra imagen va en ello. Si tenemos que dedicar equis horas al día a atender a atentos, y no tan atentos, clientes o usuarios de los servicios que ofrecemos esforcémonos por provocar en ellos una sonrisa, un momento agradable o unos minutos en los que se sientan importantes. Lo lamentable es que una actitud que deberíamos ver a diario en dosis abundantes, me refiero obviamente a un trato amable y cordial, se convierte en muchos sectores en actuaciones anecdóticas dignas de mención. Lamentable.
Afortunadamente, creo firmemente que la mejor manera de enseñar, y convencer, es mediante el ejemplo. Desde estas líneas les invito a practicar la cortesía con todas las personas con las que se relacionen a lo largo de un día cualquiera, mejor de todos los días; no duden en dedicar un sonriente saludo de bienvenida o despedida, créanme, obran milagros; integren en su vocabulario las palabras mágicas (perdón, por favor y gracias), úsenlas indiscriminadamente; ejerzan la escucha activa, todo su cuerpo demuestra que siente interés por conocer lo que su interlocutor le comenta o desea; evite todo tipo de prejuicios o suposiciones, suponen un serio freno para favorecer la valiosa empatía; y, ofrezca un lenguaje verbal y no verbal que fomente la comunicación bidireccional entre vendedor y usuario.
Un último consejo, en contra de la práctica popular pero que poco a poco e inexorablemente gana adeptos incondicionales, recupera el usted en su trato profesional.
Encantada de haberles aconsejado. Gracias por su atención.